Cayó Vélez
Y ahí se van, con la cabeza gacha. Mientras tanto, un puñado de hinchas que viajaron una gran cantidad de kilómetros para ver al equipo de sus amores, festeja en la popular loca. Ahí se van ellos, saludando con vergüenza al público que copó las tribunas que les dieron en el Julio Humberto Grondona. Los de celeste y blanco no lo pueden creer, y agradecen al cielo por el enorme premio que les valió tanto esfuerzo. Los de azul y blanco, en cambio, siguen con la cabeza gacha.
El hincha de Vélez vuelve de Sarandí pateando piedras. “¿Cómo puede ser que hayamos perdido con estos tipos?”, se preguntó, en voz alta, más de uno. Salvando la enorme capacidad futbolística entre ambos equipos, hay algo en lo que concuerda más de uno: si alguien ajeno al fútbol, que no sepa quiénes son Vélez ni Juventud Unida, se sentaba a ver el partido, no daba cuenta de que se enfrentaban dos equipos separados por un abismo en nombres y en presupuesto del plantel.
El equipo de Norberto Acosta llevó al Fortín al terreno que mejor le sentaba. El de Bassedas, ingenuo, cayó en ese juego y perdió. Perdió aunque se puso en ventaja cerca del final del encuentro. Cayó cuando Somoza, quien tendría que ser de los tipos con más cabeza, se puso a pelear con un jugador del Juve en la previa al empate. Cayó cuando no creó situaciones de peligro en el segundo tiempo. Cayó cuando Aguerre se quedó paralizado en vez de dar dos pasos y salir con los puños. Cayó cuando Pavone pateó tan fuerte el penal, que se olvidó de darle dirección a la pelota. Cayó Vélez, y la gente no calló.
Los murmullos y algún que otro insulto fueron el fiel reflejo de lo que se demostró en cancha. Y claro que está bien preocuparse. Acá no vale el “es muy pronto”, “recién es el primer partido del equipo”, “están duros de la pretemporada”. No, no, y no. Mejor preocuparse ahora y hacerlo notar. Mejor ahora, y no cuando la guillotina del descenso esté a punto de cortarnos la cabeza.