Pie a Pie
Pie a Pie
Pie a pie. Nos encontramos en una de las peores situaciones de la historia de Vélez y la gente acompañó al equipo, con el miedo de saber que el rival en cuestión es también de los que están peleando en la zona baja.
Pie a pie. Defensa hizo tres pases, llegó al arco por primera vez y convirtió, dejando desesperanza en las almas fortineras y un vacío enorme en nuestros cuerpos.
Pie a pie. Así, como el Monito Vargas, que cuando quedó de frente al arco prefirió pensar como un tipo experimentado y no como un chico de 19 años que fue puesto en la cancha para ser la manija de un equipo golpeado, que pelea por el descenso.
Pie a pie. Se acercó a la pelota Nasuti, haciéndose cargo de algo que nadie quería y pateó débil, para que el arquero solo tenga que adivinar el lugar y poner las manos. Luego, la desazón por la chance desperdiciada inundó al público presente, que no podía entender cómo se podía escapar la chance de ponerse arriba en el marcador.
Pie a pie. Aquella frustración se ve envuelta en una mezcla de sensaciones ante la situación de otra chance. Otro tiro de los doce pasos que ponía a Vélez a tiro de ganar un partido sufrido. Otro minuto en el que había que sufrir desde que el árbitro daba la orden hasta el desenlace.
Pie a pie. Maximiliano Caire, quizás el mejor de los refuerzos, tomó la pelota y pateó como había que patear. La ejecución fue mala pero efectiva, fuerte, sin atisbo de sutileza. El balón, que esta vez jugó para nuestro lado -¡por fin!- pasó entre las piernas casi cerradas del arquero Rossi.
Pie a pie. Todo lo que era frustración y dolor por estar en desventaja se convierte en alegría y algarabía en las tribunas del Amalfitani y en las casas de aquellos que lo siguieron por TV.
Pie a pie. Ese que tiró el Monito Vargas para dejar al defensor tirado en el área y luego clavar de punta la pelota junto al palo. Ese recurso que en este plantel no abunda. Esa maniobra tan bella como productiva.
Así deberá ir Vélez. Pie a pie. Paso a paso. Punto a punto.